miércoles, noviembre 15, 2006

El comedor de Babel


Hoy me senti como en la torre de Babel, solo con su pequeña variante, que estabamos en un comedor.

Es que la escena es comica en si. Imaginense a esta mexicanita compartiendo mesa con una venezolana, un argentino, una francesa, un japones, un aleman, dos catalanes, un español y para rematar un gringo.

Asi que la platica iba algo asi.

Español - Castellano - Ingles - Frances - Catalan - Catañol - Frangles - Spanglish - Argenmex - Ingalan - Japogles - Aleñol - Catleman- Esperanto - murmuros incomprensibles

Era un cursadero de idiomas y de platicas, que todos terminamos por botarnos de la risa al ver la mezcla que habiamos logrado en esa cruza de platicas.

Y luego algo me viene a la mente.....A esto si se le puede llamar emprea internacional.

6 comentarios:

Batz dijo...

Que envidia!! Vas a poder aprender de todos ;) Practicar los que ya sabes.
En esas meses de conversacion es donde se ve lo pequeño que es ahora el mundo, no crees?
Besitos

Alex dijo...

jeje bueno, que exoticos, es padre cuando convives con gente de otras culturas, se aprende mucho y es divertido no?
Saludos mali!

Alejandra dijo...

Eso es de pelos, a mi cada que me pasa, que es muy seguido, me muero de risa, de pronto me veo hablando en español, preguntando en frances, contestando en ingles o en aleman... a mi me encanta!
Saludos desde Suiza!

Mike dijo...

Sounds like an entertaining and interesting meal to me :) Saludos!

dull dijo...

Pues que envidia y que gusto!
Esa anecdota si es para presumirla, gracias por compartirla.

Un abrazo

Le Mosquito dijo...

Una experiencia parecida tuve hace años. Aquí, en España, la "Nochebuena" suele celebrarse en familia. No es que yo no sea familiar, pero me angustian un tanto las celebraciones de diseño...
Salí del trabajo y caminé hacia la casa en la que vivía entonces de prestado. La casa, en Madrid, era de un inmigrante argentino (un español, yo, ayudado por un argentino en "mi" propio país; pintoresco, cuando menos).
Julio me recibió y juntos fuimos hacia otra casa. Allí estaban representados, casi en la práctica, los cinco continentes. No es que nos enterásemos mucho de quién era quien, ni de qué decía cada cual; pero, esa noche, además del lenguaje de las sonrisas, la comunicación fue rica en comidas preparadas desde todas las culturas culinarias allí presentes. No es que terminásemos conociéndonos unos a otros (jamás volví a ver a nadie de aquella reunión) pero sí sirvió para conocerme más a mi mismo.